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domingo, 20 de abril de 2008
La muerte de los neonatos
Hace tiempo que nos persiguen sin razón aparente, nadie sabe el por qué, ni siquiera los más viejos del lugar. Hemos adoptado la norma de solo salir del escondite para alimentarnos, siempre de noche y con muchísima precaución.
Cuenta la leyenda, según recuerdo, que al principio de los tiempos convivíamos en armonía con otras criaturas mucho más grandes y fuertes, hasta que misteriosamente sus hijos más pequeños empezaron a morir por desnutrición.
A partir de entonces, sin razón alguna, se nos culpó de aquellas muertes y la armonía que reinaba entonces, se transformó en odio. Nos empezaron a exterminar sistemáticamente. Por suerte, algunos de nosotros sobrevivimos escondiéndonos en cuevas y así seguimos hasta hoy.
Desde pequeños nos han prohibido salir a plena luz del día, pero hoy no aguanto más, hace días que no pruebo bocado y las tripas me duelen hasta casi no poder soportarlo. Tengo miedo, pero el hambre es una fuerza mucho más poderosa.
Lo he meditado mucho, nuestro miedo está basado en rumores, nadie en realidad sabe de primera mano si la leyenda es cierta, o sólo es una historia inventada que ha corrido de boca en boca hasta ahora. La curiosidad y el hambre son más fuertes que el miedo, estoy decidido.
Mientras los demás duermen me deslizo lentamente hacia la salida, es la primera vez en mi corta vida que voy a ver la luz del día. Muy pocos de los que vivimos aquí la han visto. Alcides, uno de los más ancianos, es de los pocos que han salido de día y nos ha contado maravillas de lo que es el mundo bañado por la luz solar, lleno de colores y de vida.
Ya casi estoy llegando a la salida, puedo ver los tenues rayos de luz entrando por la boca del túnel, el corazón me va a mil por hora, siento que se me sale por la boca. Saco fuerzas de flaqueza y salgo al exterior. Nada más salir me quedo cegado, no veo nada. Siento mucho miedo, pero no vuelvo atrás.
Al poco, mis ojos se acostumbran a la luz y puedo distinguir lo que me rodea, todo es precioso, lleno de colores vivos, hay un murmullo en el ambiente que me turba. Es más bonito de lo que Alcides nos había contado. Me quedo un rato maravillado, pero decido ponerme en marcha, mi objetivo es conseguir comida lo más rápido posible y volver antes de que los demás despierten.
Me dirijo al lugar de siempre a ver si hoy hay suerte y encuentro algo que llevarme a la boca. De camino me viene a la mente lo que me ocurrirá si me encuentro con aquellos seres, yo nunca los he visto, pero según cuenta la leyenda son seres sin piedad, con horribles ansias de sangre. Si por casualidad me encontrara con una de esas criaturas sería mi final. Intento quitarme esos pensamientos de la cabeza y no preocuparme demasiado por ahora, al fin y al cabo esos pensamientos solo hacen que torturarme.
El viaje ha sido corto pero intenso, pero al fin he llegado. Ahora toca la parte más difícil. Según dicen, aquí es donde viven las criaturas y es donde más posibilidades hay de que me encuentren. Entro muy silencioso y observándolo todo. Aunque he estado aquí miles de veces lo veo todo distinto, la luz del sol lo cambia todo, tengo esa repugnante sensación de que me están observando.
Una vez dentro me acurruco en el rincón más oscuro con la esperanza de que mi presa pase pronto por aquí, odio estar en esta situación. Pasan los minutos, las horas, empiezo a desesperarme, ¿estoy arriesgando demasiado? Todo esto es una locura ¿y si fuera verdad lo que cuenta la leyenda?
De repente allí la veo, una rata enorme, con un pelaje brillante bajando por la pared, me mantengo sereno, aguardando el momento perfecto para iniciar el ataque, espero… espero… en el momento justo me lanzo a su cuello y con un rápido movimiento le doy mi abrazo mortal. Estoy contento, es una buena presa que me mantendrá con vida durante un mes por lo menos, salir de día ha sido una decisión acertada.
Mi alegría duró poco, todavía no había dado el primer bocado cuando mi corazón dio un vuelco, la puerta por la que había entrado se estaba abriendo. Solté mi presa y corrí a esconderme detrás de unos troncos deseando con todas mis fuerzas no haber sido descubierto.
Para mi desgracia mi deseo no se cumplió. Entonces lo miré por primera vez, la leyenda era cierta, sus ojos penetrantes me miraban con una mezcla entre miedo y odio. Era enorme y entre sus manos sujetaba una especie de palo con una punta de acero. Se acercó a mí lentamente.
Intenté defenderme atacando, pero fue en vano, por mucho ruido que hiciera o por muchas veces que enseñara mis dientes amenazando, la criatura no retrocedía. Estaba seguro que este era mi final. Me arrepentí enormemente de haber hecho caso omiso a los demás.
Todo ocurrió muy rápido, la criatura levantó el arma a lo alto y la descargó fuertemente sobre mi espalda partiéndome en dos. No sentí dolor, solo una dulce sensación de adormecimiento. Estaba a las puertas de la muerte pero aún así pude escuchar la frase que soltó la criatura:
“Maldita hija de puta ¿te gusta la leche verdad?, pues mira por donde ya no matarás más bebés”.
Yo no lo entendí, ¿bebés? ¿quién mata bebés? yo tan solo quería comerme una rata.
Justo en el momento de mi muerte, lo tuve claro. Ellos creían que nosotros entrábamos a sus casas a bebernos la leche de las madres dejando a sus hijos sin su alimento. Como consecuencia de esto, sus hijos morían desnutridos.
Ahora lo entendía todo, esa era la razón de nuestra persecución. Era increíble como una historia así de absurda podía haber llevado al borde de la extinción a mi especie.
Hay una creencia muy popular en sitios rústicos que dice que las serpientes maman leche humana. Cuando las madres se duermen la serpiente mama leche de la madre mientras coloca su cola en la boca del niño dormido para que succione como si fuera un chupete y no se despierte llorando, como consecuencia de esto las madres se quedan sin leche y los niños mueren por desnutrición.
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8 comentarios:
Oye qué bonito relato. Qué bien descrito el tema. Cuántas creencias falsas hay. Hace tiempo discutía yo sobre este tema con unos compañeros. Ellos convencidos de que las serpientes iban a los niños porque les gustaba la leche materna. Puff pero esta gente de dónde sale??? Por qué no se paran a pensar un poquito? Pues nada, que no hubo forma de convencerles. Cosas de los pueblos que están muy arraigadas. Pero es que es tan increíble, y más increíble aun que haya gente que crea esto.
Joer! Si te quejas tú de palabrita para comentar, ahí va la mía: znzrepwu
Hola mamen cuanto tiempo, espero que ya estés bien. Pues si, yo también he discutido sobre el tema con gente de pueblo (como mrblogger) y no los sacas de ahí, cabezones cabezones...
Ahí te dejo yo la mia: wuikpmt
Drenas
En Canarias no hay serpientes :D. De todos modos, es una cuestión cultural, y como tales muy difícil de erradicar, como que los vecinos (del quinto) de las barriadas de los madriles le roban las bragas a las vecinas de los tendederos... (¡cuidado Mamen, que el Drenas vive cerca de ti!).
qfenxvao
Si, es una costumbre muy arraigada en este país jajajaja.
Tranquila mamen que en mi "barrio" Alcalá Meco, somos todos buena gente y no hacemos esas cosas.
aglhddc
Ya decía yo que me faltaban esas de cuello alto que yo suelo llevar, las de toda la vida. No sé si ha sido Drenas o una serpiente.
Mu bien contao, Drenas. La verdad que creencias gilipollescas y prejuicios hay en todas partes, no es cosa de pueblos. Yo conozco mogollón de gente que se supone es la hostia de culta y cosmopolita, que te suelta cada perla que alucinas.
Un abrazo.
Venga Vengaaaaa, que hay que mover el bloggggg!!! Estamos mu vagos ehh??
jo mamen llevo toda la semana ocupado , entre fiestas, f1, practicas, mujeres, drogas... uno no tiene tiempo para todo. Esta noche publicare algo ;)
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