Colocados en tres largas filas que se pierden en el horizonte, hacía tiempo que no se enfrentaban a una cosa así, muchos eran principiantes, otros ya veteranos en esto, pero todos lo habían mamado desde pequeños y sabían que tarde o temprano tendrían que pasar por esto.
Eran tiempos duros, era la época que les tocaba vivir, no puedes elegir ni el momento ni el lugar en el que naces, pero puedes cambiar tu destino si te lo propones, al menos eso era lo que les habían enseñado. Era el momento de defender lo que es suyo, era el momento de darlo todo en el campo de batalla.
Ataviados con sus mejores ropajes aguardan impacientes el momento de pasar a la acción, las ganas de romper las líneas y marchase a su casa son increíblemente altas, pero el fugaz recuerdo de la sonrisa de sus retoños les dan las fuerzas necesarias que necesitan para mantenerse firmes en sus posiciones.
A lo lejos ya retumban los tambores, se divisa el resplandor de las antorchas, el momento está cerca…
Caramelos gratiiiiiiiiiiiiiis!!!
Comienza la batalla, empieza la competición por recolectar el mayor número de caramelos gratis de la cabalgata de los Reyes Magos, empujones, pisotones, caídas, insultos, moratones, luxaciones, todo vale por ser el que más caramelos acumule para sus queridos hijos.
Eso si, da igual que hagas bastante el idiota comportándote como un crío y des vergüenza ajena al personal. La satisfacción de ser el mejor padre del mundo no te la quita nadie.